Los dos niveles de Ahiṃsā

Uncategorized Sep 19, 2017

Los dos niveles de Ahiṃsā

Por Óscar Montero                                                                                                                            

 

    Los valores universales, si bien no son el tema a tratar en Vedanta, son fundamentales pues sin ellos el autoconocimiento no tiene lugar, porque el conocimiento se da en la mente y en una mente agitada y confusa no es posible que el Vedanta permee.  Estos  valores morales, este dharma, no son valores absolutos pero si universales pues están dados en toda la Creación. Son Jñanam  (conocimiento) pues,  sin asimilar, comprender y vivir día a día de acuerdo a estos valores, el conocimiento que enseña el Vedanta no puede tener lugar. Uno de esos valores morales del yoga es Ahiṃsā  (no violencia), su contrario es  hiṃsā  (violencia). Según la definición tradicional que todos conocemos,  cuando nos referimos a  ahiṃsā  lo entendemos como el  no hacer daño a nadie pero partiendo desde que uno mismo no desea el daño para sí y por eso lo  evitamos;  y si tengo ese valor dentro de  mí, espero que los demás hagan lo mismo con respecto a mí. Pero para entender bien esta “No violencia” la explicaremos  en dos niveles.

   El primer nivel de “No violencia” que todos conocemos, se refiere las expectativas exageradas que se tienen hacia los demás y lo que sucede cuando no son cumplidas.  Cuando los demás no se comportan como a uno le gustaría, se genera una sensación de haber sido herido y  la acción más inmediata, reactiva, es atacar al objeto de la herida, es decir a la persona que se interpone en la satisfacción de lo que quiero que ocurra.  Esa reacción inmediata  da lugar a una escalada de rencor, de venganza. Quiero que los demás cambien, que se adecúen a mi manera de pensar  y como no lo logro me siento herido; como eso no sucede y la expectativa puesta es muy grande, quedo  expuesto a que se me hiera constantemente. ..y la acción más inmediata que surge es vengarse, dar “lecciones” , seguir hurgando en esa herida, lo cual es entrar en  una dinámica que no me favorece de ninguna manera. Este primer nivel de ahiṃsā me hace sufrir  pues es como si, por ejemplo, tuviera la piel lastimada y me frotara contra un árbol. ¿Qué pasaría? Por supuesto se me deshollaría la piel. Así sucede cuando seguimos hurgando en una herida emocional con esa mecánica de actuar reactivamente. Cuando no reconozco las leyes morales universales  y reacciono con un  hiṃsā (violencia) desproporcionado planto la semilla para más violencia.

  Ese estado de agitación, de venganza, no es bueno pues voy a tener la cabeza llena de intenciones donde pongo muchas expectativas en lo que los demás piensan y dándoles  demasiada importancia, y como, obviamente, no se van a comportar como yo quiero, me transformo en alguien que no tiene tolerancia, que no puede acomodarse , por lo tanto hay peleas y discusiones  constantemente pues se está esperando demasiado de los demás. Esto es algo que como hombres y mujeres modernos no vemos. Tenemos un grado de tolerancia mínimo hacia los demás. No podemos ver que uno puede intentar convencer a los demás de la deseabilidad de un cambio, pero puede ser que esa persona no quiera cambiar o puede que no tenga la opción de cambiar porque no tiene fuerza de voluntad . ¿Qué hacemos entonces? ¿Quitamos a esas personas de la agenda? Si trabajamos con ellos, ¿qué hacemos? Si son parte de nuestra familia ¿qué hacemos? No podemos “borrarlas de la agenda “ así cómo así. ¿Qué nos queda? : tolerarlas, porque no pueden cambiar ni quieren cambiar por falta de voluntad, aunque  ellos mismos entiendan la deseabilidad del cambio. 

  Este ahiṃsā  es muy importante pues cuando quiera que los demás se adapten a mi mundo , voy a tener muchas oportunidades para sentirme herido, para reaccionar , para sentirme irritado y eso va a hacer que en un momento determinado , cuando “la gota colma el vaso” , estalle un volcán: no por la situación puntual del momento, sino por lo que se venía acumulando al tener expectativas tan altas sobre los demás, por la falta de tolerancia, la falta de acomodación. En este primer nivel de ahiṃsā debería fijarme  en qué hay detrás de la persona, más que en la acción o el comportamiento que ha provocado mi irritación, pues si me fijo solamente en el comportamiento, surge una reacción y una condena, pero si miro a la persona que hay detrás, a su “background” entonces puedo tolerarlo mejor.  Eso nos sucede mucho con los padres, por ejemplo, sobre todo si ya son gente mayor: ellos hacen lo que hacen pues ya tienen un “background” determinado y ya,  en general,  no van a cambiar. Si uno entiende su historial no juzga la acción sino que ve a la persona que hay detrás. Puede intentar convencerla, rezar por él, decir que eso no está bien, pero de ahí a esperar que cambie porque yo quiera genera  frustración , irritabilidad y  himsa, violencia también en todos los niveles. Este ”poder ver” qué hay detrás de los demás requiere un poco más de madurez emocional y compasión. Aquí también hay que ver otro de los valores morales (del que hablaremos en otra ocasión) que es defender lo de uno y no dejarse llevar por delante ( la no hipocresía)  pues la persona que no sabe defender lo suyo y no sabe establecer límites, no puede tener compasión ni ver compasión en otro. Pero la persona que sabe decir “no” cuando corresponde cuidando esos límites para no ser avasallado  y tiene esa madurez, tiene cierta apreciación por el dolor de los demás, experimentando y entendiéndolos.  Se tiene así una vida sensible hacia los demás que nos permite ver qué es lo que les está haciendo actuar de determinada manera. Si solamente me centro en lo que espero de las personas, solamente estoy plantando semillas para estar irritado, frustrado y para herir a los demás.

   Hay un segundo nivel de ahiṃsā , más profundo:  la “no violencia” no ha de confundirse con “pasividad”, con la inacción. La violencia es parte de la creación. Desear que hubiera una sociedad sin policías, ni ejércitos ni armas no es más que expresión de deseo (wishfull thinking). Las acciones que llevan a transgredir las normas morales van a estar allí como han estado siempre, pues la presión que hay detrás del individuo  es tan grande que a veces para conseguir lo que quieren tienen que transgredir. Creer que la pasividad o no hacer nada es “No violencia” es una falacia: Lo opuesto a la no acción va  a ser siempre otra acción. Por ejemplo: si un ladrón lleva un AKA 47, un policía no puede ir con un tirachinas. Si no hubiera ladrones no haría falta policías, pero la realidad es que si hay ladrones, por más que deseáramos que no los hubiera.

  Hay un concepto muy difundido y errado en el mundo del yoga de que la “no violencia” es pasividad, quedarse quieto, no hablar, dejar que a uno le pasen por encima. Esto no es ahiṃsā . La pasividad nada tiene que ver con la no violencia Ahiṃsā (en este segundo nivel) es tomar esa energía, esa fuerza interior  para usarla proporcionalmente cuando debe ser usada. Si un maestro de Kung Fu, por ejemplo, está luchando con alguien de sus mismas características usará determinada fuerza proporcional que le permita defenderse , pero si le está enseñando a un niño, mermará su fuerza usándola de manera proporcional para no dañarlo.

  Para llegar a un estado de ahiṃsā hace falta hiṃsā (y esto suele desconcertar a todos los yoguies posmodernos ): Para que haya no violencia (ahiṃsā) ha de haber otra acción (hiṃsā) tratada de manera proporcional , deliberada y con un objetivo claro. No hay manera de eliminar la violencia sin una forma de violencia proporcional, sino el mundo es un caos. Cuando decimos “proporcional” lo entendemos como una acción correcta, tomada en calma y atendiendo a la situación particular, y no reaccionando impulsivamente.  Hace falta conectar con esa fuerza interior que todos tenemos y que en Yoga moderno  no se suele trabajar hoy en día. 

  Los Yoguies antiguos, por ejemplo,  vivían una vida de restricciones voluntarias para crear tapas  (fuerza interior). Trayendo a la vida diaria esta idea citamos para ejemplificar, esto:  realizar un día de ayuno voluntario ingiriendo solamente líquidos, además de hacer una limpieza del aparato digestivo, genera un estado de alerta pues no le doy al cuerpo lo que quiere y esto crea tapas. Por supuesto que estamos hablando de restricciones  deliberadas y proporcionales y no de una restricción permanente que pueda perjudicar la salud.

  Tomar contacto con este hiṃsā, permite utilizar adecuadamente el  ahimnsa hacia mí mismo y haca los demás.  En relación a los demás pueden darse varias situaciones:  cuando reacciono sin pensar (cuando insulto a alguien o le doy un cachetazo a alguien, por ejemplo, es algo que puede suceder pues a veces se reacciona  inmediatamente  ante determinada acción , pues no somos perfectos), es necesario subsanar esa reacción intempestiva.  En este caso se puede hacer una acción que se llama prayascitta que es  pedir perdón y  remediar a través de una acción diferente para que no se perpetúe la violencia y así evitar destruir la relación con la persona a la que se dañó. Mostrar la propia humanidad no es ser menos, al contrario, me hace ser humano, comprender el error  y no contribuir a crear una espiral de mayor violencia.

  Cuando hay tiempo de pensar y hay que usar el himnsa  proporcional, he de tener claro mi deber. Ejemplo: un profesor de yoga que tenga un alumno que no se anime a realizar la postura del pino, por citar un ejemplo,  no puede ser condescendiente y decirle: “pues buen, haz la que te guste”, sino que como profesor tiene que  conectar con el propio deber y con la fuerza interior para  aplicar una violencia proporcionada  que ayude al alumno. La violencia proporcionada sería ayudar al alumno a salir de su zona de confort: No comenzará haciendo el pino sino un trabajo progresivo hasta llegar a la postura y perder el miedo. Las asanas tienen la capacidad de lidiar con el cuerpo emocional haciendo un ejercicio. ¿Cómo reconozco cuando he de usar mi hiṃsā ? Cuando conecto con mi deber, con mi dharma .

  En cuanto a la violencia hacia mí mismo, puede ser que por cierta obsesión me autocondene y me aplique una violencia desproporcionada, y aquí la única solución es el autoconocimiento y la fuerza interior. Ejemplo: hay practicantes que dicen “haciendo yoga se cura todo”…y en esto puedo poner mi propio ejemplo: estando en la India me enfermé  e insistía en que debía seguir practicando, y lo que logré fue agravar el cuadro, porque no descansaba y mi cuerpo necesitaba descansar pues tenía fiebre. La práctica no lo cura todo, hay que saber descansar. Cuando no tengo ese discernimiento tengo una especie de autocondena  en la que yo mismo me hago daño: eso es aplicar una violencia desproporcionada con uno mismo y es por falta de autoconocimiento.

  Resumiendo: ahiṃsā , tiene dos niveles: uno en el que reconozco el dolor de la otra persona  haciéndome sensible a los demás , veo de dónde nace la acción sin juzgar el comportamiento  y el segundo nivel, menos conocido en el que debo aplicar un hiṃsā proporcional para conseguir un equilibrio. Esto es importante a tener en cuenta pues este camino de Vedanta no es solamente estar estudiando y aprendiendo sánscrito o mantras   sino en profundizar una vida de fuerza interior, pues vivimos en el mundo, no estamos aislados de él, aprendemos de él y eso implica tener fuerza interior, saber poner límites, saber estar con los demás, usar hiṃsā proporcional de manera objetiva, ser auténtico, ser íntegro.

 

 

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